martes, octubre 18, 2011

Tarzán

De niña me gustaba ir al zoologico. Pero, me gustaba ir porque iba con mi abuelo. Un emigrante libanés, de ojos muy verdes y tez muy morena. Fuerte de hombros y dueño de un excelente humor. Su sueño era haber sido como el Tarzán y de hecho, en su vejez ya avanzada, se sintió como tal. Me llevaba en las espaldas, como un monito, y me llenaba los bolsillos con dulce de chancaca. Yo lo adoraba. Cerca de los leones, imitaba el grito de Tarzán y se pegaba combos en el pecho. Todos nos miraban sorprendidos y después algunas personas nos seguían, presas de la risa. Pues él volvía a gritar frente a cada felino que encontrábamos.

Íbamos en micro, en verano. En esta época, el calor en Rio de Janeiro puede llegar a 40 grados en la sombra, fácil. En el camino nos comprábamos helados de coco y él me enseñaba los números y los garabatos en árabe. No recuerdo de los animales, de las jaulas, ni de ningún elefante. En mi corazón, sólo quedó nuestro abrazo sudado, nuestra alegría mestiza, nuestras sandalias de goma y mis pies diminutos, al lado de los suyos, que eran tan grandes y libres.

1 comentario:

Unknown dijo...

Linda lembrança do Vô Badio.
Lendo tuas palavras senti a presença do Badio, ou melhor eu estava presente com vocês no zoológico.
Bjs
Pai