viernes, junio 17, 2011

De puertas y llaves



Muchas fueron las puertas de mi vida, muchas. Tantas, que las obviaba, pasando sin abrirlas, sin verlas, sin valorarlas. Todavía guardo los ruidos, los golpes, las brisas que ellas dejan con sus movimientos. Pero son como fantasmas de madera que van y vienen, que encierran y libran los recintos de mi vida. ¿Cuántas veces atravesé las paredes? ¿Cuántas veces perdí el camino hacia algún umbral? Con el tiempo aprendí a comprenderlas, a manejarlas, a servirme de sus bondades. Y también a experimentar de sus durezas. Las distancias se hacen mayores, cuando una puerta se cierra, aunque sólo separe dos piezas. Hoy, yo diría que las Cordilleras son mis más nuevas adquisiciones. Una puerta inmensa y larga, que me separa de la playa y de la samba. Que me resguarda del calor y de la euforia. Respecto a las llaves, nunca las he tenido. Salvo una que se alojó en lo más hondo de mi cuello. El año pasado me la extrajeron y ahora digo con más aire. En realidad era una llave muy extraña, se parecía mucho a una enfermedad y casi me mato para reconocerla. En fin, cada cual hace lo que puede para abrir la puerta correcta y encontrarse.

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